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domingo, 4 de noviembre de 2012

MEDITACIONES MATUTINAS PARA ADULTOS


SENCILLAMENTE, AGUA


«Lo necio del mundo escogió Dios y lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte»(1 Corintios 1:27).

Moisés comenzó la liberación de los hijos de Israel convirtiendo agua en sangre. Jesús comenzó su ministerio terrenal transformando agua en vino. Además de suplir nuestras necesidades, Jesús nos da más de lo que necesitamos. Lo mismo sucede con el reino de su gracia. Además de darla suficientemente a los pecadores para que se salven, la da en sobreabundancia. El vino es símbolo de su gracia y su gran cantidad ilustra las bendiciones y el perdón que ha puesto a disposición de cada uno de sus hijos.
El primer milagro de Jesús fue sencillo y corriente. Sería de esperar que cuando el Creador del universo viniera a la tierra adoptando forma humana empezara su milagrosa carrera reuniendo, al menos, a los escribas y a los fariseos, cuando no a los reyes y a los príncipes de la tierra, para obrar ante ellos algún milagro, como en su momento hicieran Moisés y Aarón ante el Faraón, con el fin de que se convencieran de que él era el Mesías. Pero no fue así. Acudió a una sencilla boda de gente humilde 
y, con toda naturalidad, mostró su gloria. Cuando convirtió el agua en vino, no llamo al maestro de ceremonias, al novio ni a ningún invitado para decirle: «Ya sabes que se ha acabado el vino. Pues bien, estoy a punto de hacer un milagro; convertiré el agua en vino». No, lo hizo discretamente, con los criados. Les dijo que llenaran las tinajas de agua.
No pidió que fueran nuevas, usó lo que tenía a su alcance y sin hacer bullicio ni ostentación. Usó agua clara, de la que tenían en abundancia, y obró el milagro con el más natural de los estilos. 
No llamó a ningún desconocido que lo ayudara, sino que hizo que los criados de la casa trajeran agua, solo agua. Luego, cuando sacaban el agua, o lo que les parecía que era agua, los criados se dieron cuenta de que se había transformado en vino. Imagine su sorpresa. A veces, las personas más humildes y sencillas son las primeras que ven la obra de Dios. Lamentablemente, hay otros que nunca lo consiguen.
Señor, cambia mi vida corriente en una extraordinaria bendición para los demás. Basado en Juan 2:1-11.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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