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miércoles, 4 de julio de 2012

Matutinas para Jóvenes.


¡ALGUIEN A QUIEN CULPAR!


¿Quién se da cuenta de sus propios errores? ¡Perdona, Señor; mis faltas ocultas! Salmo 19:12.

Se suponía que para Steve Bartman la noche del 14 de octubre de 2003 debía ser de celebración. Pero lamentablemente resultó ser otra cosa. Chicago Cubs, su equipo de béisbol favorito, estaba a punto de coronarse campeón de la Liga Nacional. Poco faltaba para terminar el juego y los Cubs dominaban a Florida Marlins con un marcador de 3-0. Una victoria más y tendrían la oportunidad de competir en una Serie Mundial y de ganar ese anhelado trofeo, después de haberlo obtenido por última vez en 1908, hacía ya más de cien años. Entonces ocurrió lo impensado. El bateador Luis Castillo envió un inofensivo elevado en dirección al lugar donde Steve estaba sentado. Sin percatarse de que Moisés Alou, un jugador de los Cubs, estaba cerca, Steve estiró el brazo e impidió que este jugador capturara la pelota. Después de la interferencia de Steve, el juego tomó un rumbo inesperado. Los Marlins anotaron ocho carreras en esa entrada y terminaron ganando 8-3 un juego que hasta el momento de la interferencia parecía perdido para ellos.
¿Quién crees que fue señalado como el causante de la derrota? Steve. Para salir del estadio tuvo que ser escoltado por la policía. A partir de esa noche, pasó a ser «persona no grata» en Chicago.
Sin embargo, ¿fue él realmente «el culpable»? ¿Por qué nadie señala el error cometido por Alex S. González, quien en esa entrada de la debacle perdió una rolata que serviría para poner fin a la sublevación de los Marlins? ¿Por qué nadie cuestiona a Dusty Baker, el entrenador de los Cubs, por no haber sacado antes al lanzador Mark Prior? El problema es que los frustrados fanáticos necesitaban un chivo expiatorio, y Steve les dio precisamente lo que necesitaban. He aquí una lección que te será muy útil en la vida: Cuando fracases al emprender un proyecto, una tarea, no busques a quién culpar. Admite tus errores, y trata de no repetirlos. Los que fracasan en la vida son aquellos que siempre buscan excusas para justificar sus fallas. Por eso siempre serán perdedores. Por el contrario, los que triunfan reconoce sus errores y aprenden de ellos. Por eso es muy difícil que caigan dos veces en el mismo hueco.
Señor, dame valor para reconocer mis errores y sabiduría para no repetirlos.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente

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(Filipense 4:13)

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