ALABANDO TODO EL DÍA
¡Mi lengua hablará de tu justicia y de tu alabanza todo el día! (Salmo 35:28).
Existen un texto bíblico que afirma: «Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón» (Mat. 6:21). Una posible forma de parafrasear este texto sería: «Nos gozamos hablando de los temas y de las cosas que nos agradan».
Cuando una joven está enamorada, lo único que desea es hablar de su enamorado: cuándo lo vio por última vez, cuánto lo extraña, lo mucho que lo ama. Al aceptar a Cristo solíamos hablar de él todo el día: al subirnos a un autobús, al ir de compras, al acudir a nuestros trabajos. Nos deleitaban su poder, su gracia, su misericordia y sus promesas. Con el tiempo, en vez de desarrollar ese hermoso hábito, quizá lo fuimos abandonando. Apenas recordamos hablar con Jesús antes de ir a dormir, o al realizar nuestro culto familiar.
Hablar de la justicia de Cristo y alabar a nuestro Dios a diario es de vital importancia para el crecimiento espiritual. Tal vez no necesariamente tengamos que utilizar la palabra hablada para cumplir con dicho objetivo, ya que podemos hacerlo mediante nuestros pensamientos, obras y testimonios. «Nuestra confesión de su fidelidad es el factor escogido por el Cielo para revelar a Cristo al mundo. Debemos reconocer su gracia como fue dada a conoce por los santos de antaño; pero lo que será más eficaz es el testimonio de nuestra propia experiencia. Somos testigos de Dios mientras revelamos en nosotros mismos la obra de un poder divino. Cada persona tiene una vida distinta de todas las demás y una experiencia que difiere esencialmente de la suya. Dios desea que nuestra alabanza ascienda a él señalada por nuestra propia individualidad» (El ministerio de curación, p. 67).
Al dedicar tiempo para comunicarnos con Dios y para alabarlo, nuestra mente se refresca y se refuerza nuestra memoria espiritual. A medida que atesoremos en nuestras mentes y corazones la Palabra de verdad, la fe se fortalecerá y se avivará la esperanza.
Señor, permite que nuestro corazón se apasione cada día más por la verdad. Que nuestra boca pueda abrirse para alabarte y que se avive en nosotros la esperanza de la redención y la justicia que proviene de lo alto.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
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