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lunes, 11 de junio de 2012

Matutina para Jóvenes.


LA TRES GRANDES


Señor; los que te conocen, confían en ti, pues nunca abandonas a quienes te buscan. Salmo 9:10.

Tienen razón quienes comparan la vida con una escuela. Cada día trae consigo nuevas lecciones. Cualquier persona puede, sin proponérselo, ser un maestro. Y cualquier espacio, sin que uno lo planifique, puede convertirse en un salón de clases.
Una tarde, mientras celebrábamos el cumpleaños de un compañero de trabajo, se produjo una de esas situaciones. Estábamos en un restaurante y esperábamos que nos sirvieran la comida. En un momento de la conversación, el pastor Pablo Perla, presidente de APIA, dijo: «He aprendido que debo disfrutar plenamente de tres cosas en la vida: En primer lugar, de mi religión, del Dios a quien adoro; en segundo lugar, de mi matrimonio; por último, de mi trabajo, de la labor que realizo cada día». Después de una pausa, agregó: «Yo amo a mi Dios, amo profundamente a mi esposa, y disfruto intensamente de mi trabajo».
La conversación continuó, pero sus palabras me dejaron pensando. ¿Cómo estoy yo en esa triple relación: Dios, matrimonio, trabajo? En silencio, di gracias por el Dios a quien sirvo, la esposa que amo y el trabajo que realizo.
¿Qué lugar ocupa Dios en tu vida? Pocas realidades son más tristes que servir a un Dios a quien no amas. Por otra parte, ¿ya definiste quién será la persona que estará a tu lado como cónyuge por el resto de tu vida? ¿Te imaginas lo que significa vivir con alguien a quien no amas? ¿Alguien a quien no respetas, a quien no admiras? Por último, ¿ya decidiste cuál será tu ocupación? El trabajo que realizarás como profesional requerirá más tiempo de tu vida que cualquier otra actividad. ¡Qué lamentable sería si no lo disfrutaras!
Lo bueno de todo esto es que eres tú y no otra persona el que ha de decidir qué ocurrirá en cada una de estas tres áreas de tu existencia: ¿Qué lugar ocupará Dios en tu vida? ¿Con quién te casarás? ¿En qué trabajarás? Pero lo mejor de todo es que hay ayuda disponible. Solo tienes que pedirla. Tu Padre celestial te guiará en cada decisión, si tú se lo permites. Pon tu vida en sus manos. Él no te defraudará.
Amado Padre, delante de mí están las grandes decisiones de mi vida.  Guíame por sendas seguras, por amor a tu Hijo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente

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(Filipense 4:13)

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