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viernes, 1 de junio de 2012

Matutina Para La Mujer.


LA VOZ DE JESÚS


Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora. (Mateo 15:28).

En cierta ocasión en que Jesús y sus discípulos se encontraban en la zona de Tiro y Sidón una mujer cananea comenzó a dar voces detrás de ellos diciendo: «¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio» (Mat. 15:22). Todos continuaron caminando, pues Jesús no parecía interesado en atender la súplica de aquella mujer. Los discípulos le sugirieron que despidiera a la mujer, pues seguía gritando detrás de ellos y, además, no era judía, y de acuerdo con las costumbres de la época no podía recibir las bendiciones de Dios. Eso era lo que enseñaba la tradición que los discípulos y sus antepasados daban como aceptable. Esa era también la posición de los fariseos.
Jesús le dijo a la mujer: «No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel» (Mat. 15:24). Estoy segura de que cuando Jesús profirió aquellas palabras no hizo con rudeza ni desprecio. Tampoco dijo: «Es mejor que te vayas y que no sigas insistiendo porque no vas a lograr nada». Sin embargo, la mujer percibió algo en la voz de Jesús que la estimuló a continuar con sus súplicas. La fe de aquella mujer fue tal que Jesús le dijo: «¡Mujer, grande es tu fe! Hágase contigo como quieres».
«El mayor peligro del hombre es el de engañarse a sí mismo, el de gratificar la suficiencia propia, y así separarse de Dios, la fuente de su fortaleza. Nuestras tendencias naturales, a menos que sean corregidas por el Espíritu Santo de Dios, tienen en sí mismas la simiente de la muerte moral» (Reflejemos a Jesús, p. 306).
¿Hay algo por lo cual has estado orando al Señor? ¿Algo que anhelas? Te animo a que sigas rogando por ello. Persevera en tus súplicas. Quizá tengas que esperar un poco, pero no importa: la espera en el Señor genera crecimiento.
«Presenta a Dios todas tus necesidades, tristezas, gozos, preocupaciones y temores. No puedes incomodarlo ni agobiarlo. El que tiene contados los cabellos de tu cabeza, no es indiferente a las necesidades de sus hijos» (El Camino, cap. 11, p. 148).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial

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(Filipense 4:13)

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